1.285 víctimas mortales por Violencia de Género desde el 1 de enero de 2003 hasta el día de hoy. Frente a quienes niegan la existencia de la violencia contra las mujeres, este número de víctimas mortales debe resultar irrisorio y banal. Aunque irónicamente muchos de ellos se definan como ‘pro-vida’ cuando se trata el asunto de la defensa del derecho al aborto libre, seguro y gratuito. El objetivo de ciertos individuos siempre es desvirtuar el derecho de las mujeres a decidir sobre su propio cuerpo, torpedear su integridad y su soberanía, minar su auto-estima y generar una dependencia psicológica que anule su personalidad, las someta y las aísle.
En el manifiesto del 25N de este año queremos hacer especial énfasis en la violencia psicológica, una violencia mucho menos visible porque no deja moratones y, por tanto, es más difícil de identificar, pero que genera muchísimo sufrimiento y que, además, es la antesala a una violencia más física causante de decenas muertes anuales en el Estado español.
La violencia psicológica machista pretende generar una dependencia total de las mujeres hacia sus agresores. Violencia en la que se entremezcla la utilización de varios mecanismos que tienen como objetivo aislar a las víctimas de amistades y familia tanto de forma presencial como de forma virtual. Hablamos de acusaciones y reproches velados hacia la mujer que minusvaloran su confianza y nos hace sentir inseguras, silencios en momentos cuidadosamente seleccionados que generan estados mentales de ansiedad totalmente intencionados, además de comentarios amenazantes o intimidatorios y un elevado control del espacio tecnológico de las víctimas, tanto de las contraseñas de redes sociales y cuentas de correo electrónico como el uso abusivo del video streaming a todas horas incluidos los momentos de sueño y descanso.
La utilización de los silencios como manipulación tanto en relaciones de pareja como relaciones laborales se conoce como gaslighting o luz de gas. El objetivo de esta estrategia es que la víctima pierda la confianza en su propia manera de percibir la realidad a través de la generación de dudas sobre sus percepciones, sus experiencias o la comprensión de los acontecimientos, para derivar en una inseguridad absoluta que requiera la guía y tutela de nuestros agresores, otorgándoles absolutamente todo el control de nuestras vidas.
Como sociedad debemos activar las alertas, diseñar protocolos y desarrollar estrategias para identificar la violencia psicológica cuando está ocurriendo a nuestro alrededor, saber detectar claramente el sufrimiento tanto propio como ajeno cuando se dé en nuestras vecinas, familiares, compañeras de trabajo y, sobre todo, es necesario dotar de recursos económicos todas las políticas universitarias encaminadas a la erradicación de la violencia hacia las mujeres. Es preciso igualmente aplicar mecanismos de protección y ayuda a quienes sufren las violencias machistas. Queda mucho trabajo por hacer, no es suficiente con concentraciones silenciosas a las puertas del centro de trabajo y declaraciones institucionales, es necesario orientar las políticas hacia la concienciación y la prevención de todo tipo de violencia machista. En el lugar de trabajo especialmente, ya que es el entorno en el que nos encontramos, defendemos una estrategia clara contra la violencia de género para toda la comunidad universitaria incluyendo las plantillas externalizadas y el alumnado.
Desde el feminismo de clase consideramos necesario reivindicar y reforzar especialmente la atención en colectivos feminizados de las plantillas externalizadas. Hemos visto como se han cerrado al menos dos cafeterías de la UMH en los últimos meses dejando a plantillas de mujeres en la calle prácticamente con una mano delante y una mano detrás. La violencia patriarcal se ceba con quienes menos recursos tienen, y la Universidad le deja el camino despejado negando todo tipo de apoyo y soporte a las que, hasta hace bien poco, fueron nuestras compañeras de trabajo. No ha habido ninguna explicación ni justificación coherente por parte de quien tomó la decisión de cerrar, primero, la cafetería del edificio Altabix en el campus de Elx y, después, del edificio Balmis en el de Sant Joan. Nadie asume responsabilidades en la UMH por dejar a la mayor parte de la comunidad universitaria sin servicio de cafetería y por haber realizado una gestión lamentable que ha dejado a muchas compañeras desempleadas y sin prestación.